No concibo que pueda existir algo tan engañoso como nuestro reflejo. No es imagen, es idea. Nuestros ojos, lentes de subsistencia, capturan todo pero procesan nada. Día tras día, detrás del umbral de nuestros ojos, nos convertimos en rehénes absolutos de ese pasado inalcanzable escondido en alguna baulera interna de nostalgias, de ese desorden de capturas. Enumerarlas tal vez sea imposible, pero de vez en cuando aparecen (en sentimiento) bajo la forma de canciones olvidadas, de recuerdos en cortocircuito tiempoespacial, del arte que no hizo historia, de los logros ya irreconocibles, del amor que no brindamos por ocuparnos de lo urgente... Por este tipo de cosas, aun sin traducir en el galpón de mi cerebro. Sin hilar, a ciencia incierta y con el temor apadrinando, se forma la niebla que tengo enfrente.
Es esta (tal vez) la versión desfragmentada de
mi mismo, que propone un cambio y desafía al fantasma del mañana que aún no
puedo ser. Fantasma que por cierto,
todos tenemos.