viernes, 18 de septiembre de 2009

Mervyn Peake

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Las cosas más vastas son aquellas que no podemos aprender.
No nos enseñan a morir, ni a nacer,
ni a arder
de amor.

Qué digno de lástima es nuestro regreso forzoso
a las pequeñas cosas que podemos dominar.



Panorama Ciego de Nueva York

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Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.

Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.

Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.

Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.

No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.

Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos,
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.

Federico García Lorca
POETA EN NUEVA YORK
(1929-1930)

Tras Nuestros Ojos (Cuento Breve).

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Con el paso de las horas y ya habiendo alcanzado el maximo estado de climax en lo que respecta a la confluencia de la materia. Distinguieron que el fin de la presente unión iba más allá de una pasión agradable, y que eso en realidad, era un medio trasmisor del cometido hasta allí inconsciente.

Ambos en común acuerdo sobre pensamientos de base, como el hecho de que los grandes avances de la humanidad con el transcurso del tiempo dejan de ser avances para convertirse en regresos, o que el equilibrio del universo es el único juez encargado de que cada uno este ubicado donde lo merece, siendo premiado o castigado paulatinamente, estando detrás de esa espera, una clara evidencia de la responsabilidad de los actos... Llegaron a un punto de quiebre, ya cansados de teorizar y de sacar conclusiones que de una manera u otra, aseguraban la inminente extinción de nuestra especie, irreparable e inevitable. Lo único que quedaba era esperar.

Transparente situación como el cristal, solo a merced del tiempo y su cuenta regresiva. Tal vez son unos siglos…? Unos años..? Porque no mañana…? El embudo más repulsivo que desemboca en la nada y la realidad mas desesperante que genera el mismo tiempo. Es solo tiempo, y contra él… no hay lucha.

Eran dos o eran uno…No lo se. Lo que si se, es que se propusieron desafiar al tiempo. Y tras discusiones, búsquedas de fondos, y un fin tan inmenso que rozaba lo absurdo; lo único que consiguieron fueron risas. Pero igual justificaban su pelea y la mantenían firme, teniendo en cuenta de que todos los descubrimientos del hombre si bien fueron impactantes complementos a la ciencia, siempre se utilizaron para fines macabros, mas allá de que la intención primera no fuera esa. El lineamiento seguido esta definido en nuestra sangre, somos un inocente virus sin cura, camino recto a ningún lugar. Einstein hubiera pensado dos veces antes de dividir la materia si significaría tantas vidas más adelante, pero en este caso no era así, porque en esta lucha no hay otra escapatoria, el final es irremediable y obren como obren eran concientes que dejarían de existir.

No fue por fondos recaudados, no fue por investigaciones avanzadas y ni siquiera intervino la suerte. En base a su fuego interno, a la pasión de ambos y esa simbiosis. Creyeron… Y sobre todo lucharon, hasta el último aliento lucharon…. Y el resultante fue positivo.

Derrotaron al maldito tiempo. Lastima que… Ya no estén entre nosotros para contarnos…

La humanidad no entendería tan sublimes almas… Mientras tanto esperemos…

Nuestras llamas se apagan y nuestras vidas desparecen de manera cíclica. Lo único que nos dejaron de enseñanza es buscar el universo tras nuestros ojos, paradójicamente es lo mas lejos que podemos ir.

M.A.

Entre cirrostratos lejos de la tierra

Ella se desliza en el paraíso de su memoria siente arrepentirse de lo que nunca fué sola en su inocencia creyó en otra historia, que ahor...